UN ENTRENADOR NO ES LO QUE SABE, ES LO QUE TRANSMITE.
Hay solo dos formas de transmitir lo que sabes: mediante la explicación (palabras y gestos) y mediante el hecho. En caso de un entrenador, sus hechos no solo son sus comportamientos en todas las facetas y encrucijadas de la larga travesía por el desierto que es la carrera de un jugador, sino como hace comportarse y actuar a sus alumnos. Un entrenador interviene sobre todo a través de sus ejercicios.
Los ejercicios son su voz.
Un buen ejercicio hace trabajar a un alumno en la dirección buscada y con la intensidad adecuada. Los ejercicios son la auténtica base de los entrenamientos. La calidad de esos ejercicios está en los detalles y de estos (detalles y ejercicios) dependen la calidad del entrenamiento.Si asemejamos los ejercicios a una buena pizza, la masa madre debería ser el sentido común.
Ningún ejercicio debería atentar contra los principios tácticos, técnicos y físicos básicos del juego.
Todo ejercicio debe tener un objetivo claro y nosotros como entrenadores debemos conocerlo. El acceso a los ejercicios es hoy en día ilimitado, inundan cada día las redes sociales y solo tienes que teclear la cualidad a potenciar en cualquier buscador. Tenemos a nuestro alcance y visión la manera de trabajar de compañeros de todos los confines del mundo. Pero debemos saber filtrar: Hay que encajar de forma ordenada esos ejercicios en nuestras sesiones y saber a qué jugadores aplicarlos. Debemos conocer los detalles, los ingredientes, y eso solo podremos hacerlo con una formación continua y multidisciplinar.
Me atrevo a iniciar a continuación una lista de cualidades de los “drills”. A buen seguro todos vosotros la completáis y mejoráis.Mi primer mandamiento es que un buen ejercicio no atenta jamás contra la lógica del juego ni contra su biomecánica. Un buen ejercicio suele ser: sencillo de explicar, de normas de fácil aplicación, con objetivos claros y precisos.Los buenos ejercicios admiten infinidad de variantes solo con cambiar un ingrediente.Un buen ejercicio se adapta a los objetivos de los jugadores, no solo a los técnicos, físicos, tácticos, mentales, sino también a su motivación.
Si además de entrenadores queremos ser formadores debemos tener ejercicios adaptados a todo tipo de practicantes.Los buenos ejercicios y sus detalles “atrapan” e implican al jugador física y cognitivamente. Necesitamos de su compromiso en ambas áreas para que el proceso de aprendizaje sea fructífero.
Un buen ejercicio siempre transmite Intensidad en su acepción más amplia (física, atencional o de diversión ¡!).Los grandes ejercicios son la respuesta ajustada a las necesidades del alumno.Debemos tener en nuestra mochila de formador ejercicios “respuesta”, pero también ejercicios “pregunta”. El jugador debe enfrentarse a interrogantes y retos antes de guiarle en busca de la respuesta más eficiente, eficaz y efectiva.
Menos suele ser más cuando diseñamos nuestros ejercicios.
No alteres más de dos factores de la realidad a la vez, pues puedes desvirtuar tanto el juego o la práctica que estés entrenando otro deporte.
Aplicar la dosis adecuada es un arte, pero ese arte ya tiene estudiosos y expertos, consúltalos. (se llaman preparadores físicos y es un lujo que debemos aprovechar).
Los ejercicios son tu voz, tu carta de presentación, tu sello. Son donde condensamos y concentramos toda nuestra experiencia, formación, conocimiento y filosofía de trabajo.
Cuidemos su diseño, sus objetivos, sus detalles. Copiemos, Pero copiemos bien, con conocimiento, con orden.¡¡¡Y si algo no funciona y no tiene intensidad, cámbialo!!
Como dice mi amigo Antonio Fonseca en sus charlas: “De la habilidad y experiencia del entrenador depende que el tiempo de compromiso motor aumente de un 30 a un 50 % de nuestras sesiones.”
Busquemos la excelencia. Ahí no hay competencia.
¡¡¡Un abrazo y a por todas!!